martes, 26 de agosto de 2008

Lo dice Tedesco

Les mando una nota publicada en el diario Clarín el día 19 de agosto de 2008 sobre la "lentitud" del proyecto de una computadora por alumno.
Saludos
Agustin


Sí, una computadora por alumno

El proyecto para proveer de computadoras a las escuelas, presentado hace tres años, se demoró más de lo esperado, pero sigue siendo un compromiso para la introducción de las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Imagen por Horacio Cardo (http://www.horaciocardo.com/)

Nuestro país se ha comprometido a garantizar el acceso universal a las nuevas tecnologías, como dimensión fundamental de una educación de buena calidad. Para ello se trabaja cotidianamente y en estrecha cooperación con los ministerios de educación de las provincias, a través de diferentes estrategias que se dirigen tanto a la provisión de computadoras a las escuelas como a la capacitación docente para su uso pedagógico. En este contexto, uno de los programas de mayor repercusión pública es el promovido por Nicholas Negroponte, "Una computadora por niño" (OLPC).

En los últimos meses, por diferentes medios de comunicación, se ha difundido el reclamo acerca de la falta de cumplimiento de un supuesto compromiso del Ministerio de Educación de la Nación con la compra de computadoras, así como la idea según la cual este proyecto sería la panacea frente a los problemas educativos argentinos. El tema es muy importante y por eso es necesario que lo discutamos con seriedad y adecuada información.

Primero, vayamos a los hechos. La cronología comienza en enero de 2005, en ocasión del Foro Económico Mundial de Davos, donde Nicholas Negroponte presentó lo que él mismo denominó como "el proyecto del resto de su vida": una computadora portátil de 100 dólares, que, distribuida gratuitamente a través de los ministerios de educación permitiría a los estudiantes de todo el mundo, el acceso a la tecnología de manera sencilla y amigable.

La relevancia del proyecto provocó el interés de varios países con voluntad política de universalizar el acceso a las nuevas tecnologías. La Argentina, a través del entonces Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, Daniel Filmus, se propuso avanzar en el estudio del proyecto y creó un grupo de trabajo en Educ.ar, para evaluar la propuesta y sugerir un plan de acción. En aquel momento, OLPC pidió una definición para marzo de 2006, que les permitiera iniciar la producción y entregar las computadoras en diciembre de ese año.

El ministro Filmus, estableció tres condiciones básicas (además de asumir que el precio sería de 100 US$ por laptop): tomar la decisión de compra a partir del modelo definitivo y no de un prototipo de prueba, realizar un piloto y trabajar con un organismo internacional que asegurara transparencia en el proceso de compra.

Luego de varias reuniones e intercambios, se aceptó continuar bajo estos supuestos y Argentina pasó a formar parte del grupo inicial de siete países junto a Brasil, China, Egipto, India, Nigeria y Tailandia que liderarían la aplicación del proyecto. El grupo de trabajo en Argentina (con activa participación del equipo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA), desarrolló distintas pruebas con los prototipos que se iban recibiendo pero no con el modelo final, que demoraba en llegar. En noviembre de 2006, Negroponte visitó nuevamente nuestro país y fue recibido por el presidente Kirchner. En esa visita, Negroponte se comprometió a que, en un plazo no mayor a seis meses, las computadoras estarían funcionando y se podría entonces, definir la adquisición. En ese período comenzaron a aparecer distintas empresas nacionales y extranjeras, con opciones alternativas al modelo OLPC, que modificaron el escenario inicial. En mayo de 2007, la fecha comprometida por Negroponte, se realizó la ansiada presentación y si bien los avances fueron importantes, las computadoras no podían ser aun consideradas como un producto estable.

Resultaba claro que la decisión de compra no era posible en esas condiciones y, si la hubiera, debería ser a través de una licitación, en la que pudieran participar los distintos oferentes. En este proceso, casi todos los países de la lista inicial fueron desertando de su participación en el proyecto. En síntesis, nunca se firmó compromiso alguno de compra, ni en esta gestión ni en la anterior. Desde este Ministerio se sigue con interés el avance del proyecto. Mientras tanto, seguimos con nuestras políticas de equipamiento a las escuelas y a los Institutos de Formación Docente, de producción de materiales de alfabetización digital, de incentivos a las experiencias innovadoras de utilización de las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto en la enseñanza obligatoria como en la educación superior, así como la expansión de la conectividad a las zonas más carenciadas del país.

Tenemos claro que no estamos frente a un desafío tecnológico sino frente a un proyecto social y educativo. En este sentido, la introducción de computadoras en las escuelas tiene que ser concebida como un aporte a una educación que satisfaga los dos grandes objetivos que se propone la educación del siglo XXI: aprender a aprender y aprender a vivir juntos.



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Agustín, el profe de tecnología
http://tecnologiaitinerante.blogspot.com

martes, 19 de agosto de 2008

historia del teclado

Hola a todos.
Les mando un artículo que fue publicado hoy (19/8/2008) en el diario Crítica de la Argentina, que trata un poco de historia de la tecnología.
Saludos
Agustin

CONTRATAPA

Christopher Sholes, el señor Qwerty

Al teclado de las máquinas de escribir se lo denomina Qwerty porque así se leen sus primeras letras. Una falsa leyenda le atribuye la paternidad a cierto James Daugherty. Eduardo Berti.

07:01 |
19.08.2008
Al teclado de las máquinas de escribir y de las computadoras se lo denomina Qwerty porque así se leen sus primeras letras, de izquierda a derecha. Una falsa leyenda le atribuye la paternidad del Qwerty a cierto James Daugherty, que inventó a fines del siglo XIX una máquina de escribir. Según esta leyenda, Daugherty ordenó las teclas para que el "e-r-t-y" permitiera escribir con facilidad su
apellido.

El verdadero creador del teclado Qwerty fue el norteamericano Christopher Latham Sholes, quien a partir de 1867 patentó varias máquinas de escribir. Nacido en 1819, Sholes había trabajado como editor de periódicos y ejercido cargos políticos y administrativos, cuando con dos socios, Carlos Glidden y Samuel Soule, logró al fin una máquina de escribir tan eficaz que, en 1873, la empresa
Remington compró los derechos por 12 mil dólares.

En cuanto al teclado Qwerty, existen dos versiones sobre su nacimiento. La primera indica que las máquinas de Sholes tenían un inconveniente: apenas el dactilógrafo adquiría buen ritmo, los tipos chocaban y se atascaban como espadas cruzadas.

Para evitarlo, Sholes cambió la disposición de las teclas (originalmente alfabéticas) por otra que
ralentizara la velocidad de mecanografiado. Según esta versión, el de Sholes es un clásico ejemplo
de producto que se impone no por ser necesariamente el mejor.

La segunda versión sostiene que uno de los muchos socios que tuvo Sholes para sus inventos (un inversor llamado Densmore) era hermano del futuro pedagogo Amos Densmore, autor de un estudio sobre la frecuencia más usual de pares de letras en el idioma inglés. Según esta versión, Sholes consideró los grupos de letras que suelen escribirse juntos con mayor asiduidad ("th", "er",
"re") para diseñar su teclado.

Como sea, el Qwerty apareció tanto en la primera Remington como en su edición mejorada: la célebre y masiva número dos, que también incluía otras novedades, como la tecla "shift" para escoger entre mayúsculas y minúsculas (el modelo previo, del que se vendieron apenas unas 5 mil máquinas, sólo traía mayúsculas), y los números "1" y "0" (en el modelo previo debían usarse la "ele" y la "o").

Diez años después, el Qwerty empezaba a imponerse en los Estados Unidos, donde se organizaban concursos en los que debía escribirse la mayor cantidad de palabras sin mirar, ni de
reojo, las teclas. Sholes murió en 1890 sabiendo que su teclado permitía escribir entre 80 y 100
palabras por minuto, cuando la escritura manual ronda las 20, pero sin imaginar que en 1923 (en el libro The History of the Typewriter) se lo retrataría como "el salvador de las mujeres", ya que su Remington Nº 2 masificó la profesión de secretaria-dactilógrafa.

Pronto el Qwerty pasó a ser el estándar occidental, a lo sumo con ligeras variantes (el Azerty francés o el Qwertz alemán), y aunque se le formularon objeciones (su mala ergonomía que, al menos en inglés, obliga a usar mucho más la mano izquierda que la derecha) no fue desbancado
ni con la llegada de la máquina eléctrica ni con la invención de numerosas alternativas, como
el teclado del profesor August Dvorak, quien alrededor de 1935 dispuso las vocales y consonantes
más frecuentes en la hilera del centro.

Parece que el Dvorak no sólo era mejor en lo ergonómico, sino en velocidad, ya que con él podían escribirse 400 palabras por minuto. Que los fabricantes y diseñadores de computadoras no lo tuvieran en cuenta y prefirieran seguir con el Qwerty se explicaría, ante todo, por la ardua y tortuosa readaptación masiva que habría significado semejante decisión. Según Koichi Yasouka (todo un experto en el tema), el propio Sholes estaba insatisfecho con el Qwerty y trató, en 1880, de mejorarlo con otro teclado en el que, un poco como Dvorak, agrupó vocales y consonantes frecuentes.

Al morir Sholes, sin embargo, sus patentes cayeron en manos de Clarence Walker Seamans, primer presidente de la Union Typewriter Company. "Pero el señor Seamans, que impulsaba el oligopolio del Qwerty –dice Yasouka–, nunca lanzó a la venta el nuevo teclado de Sholes".